La mayoría de las personas perciben los diseños arquitectónicos como el producto de un proceso lineal e infalible que le permite al creador materializar sus ideas de una manera efectiva y fugaz. Sin embargo, la realidad dista mucho de estas suposiciones. El proceso de diseño es uno basado en la búsqueda de aquella solución elusiva que logra atender un problema puntual. Por la escencia y dimensión artística de la profesión dicho problema puede ser abordado de distintas formas, lo que implica un proceso de exploración dinámico que se nutre e incluye la derivación y la desviación de la idea generadora.
Es muy común pasar por un taller de estudiantes de arquitectura y ver como estos emplean largos periodos de tiempos desarrollando proyectos que van cambiando luego de cada crítica. En muchas ocasiones, las nuevas versiones nacen de aquello previamente presentado, pero en otras las nuevas propuestas son entes que guardan poca o ninguna relación con lo anterior. Esto último suele ser poco recomendado por los mentores ya que la desviación puede impedir que se logre el objetivo del ejercicio. A pesar de que estos escenarios son puramente académicos es muy interesante ver como desde la formación del arquitecto se trata la desviación como un tabú y se enfocan en crear obras derivativas. Por ejemplo, el uso de precedentes al inicio de cada ejercicio seduce al estudiante a adoptar unas estrategias de diseño similares a las que fueron utilizadas en esos proyectos elegidos como puntos de partida. Por lo tanto, los nuevos diseños se derivan del trabajo de otra persona. Aunque esto puede ser lógico, se corre el riesgo de crear una arquitectura demasiado uniforme y repetitiva. Esta problemática se acentúa si recordamos que no se le asigna el mismo valor a todas las derivaciones, de modo que se le otorga una gran importancia al fin y se deja a un lado el valor que tiene el proceso.
Para evitar la derivación excesiva es importante reconocer el valor de la desviación en el proceso de diseño. Proyectos como los de Frank Gehry celebran dicha estrategia para alejarse de todas las ideas conocidas y llegar a producir obras únicas. Tanto desviación como derivación son importantes en el campo de la arquitectura. Sin embargo, constantemente vemos como cada proceso desviación y derivación es olvidado una vez que se obtiene el resultado deseado. Al hacer esto negamos la parte artística de la arquitectura y convertimos la profesión en una carrera puramente científica que se basa en identificar una necesidad y en la manera de subsanarla. Es necesario rescatar esta cara del gremio ya que de lo contrario la arquitectura sería escencialmente repetitiva y monótona.
Finalmente, pudimos apreciar la manera en que las desviaciones y las derivaciones ayudan a crear una arquitectura más diversa e interesante. Sin embargo, se debe dar mayor importancia a aquello que se crea durante el proceso creativo y no solamente a aquel objetivo final ya que de lo contrario se atenta contra la escencia de la profesión. Existe mucha riqueza en los bocetos que dejamos perder por las exigencias del mundo real, solamente necesitamos explorarlas mas a fondo y no descartarlas como un mero medio que sirve para llegar a un fin en particular.
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